Articulo realizado por: Miguel García Báez
Con la llegada del invierno, la vida en el medio acuático se ralentiza, los pequeños invertebrados que sirven a la minitalla de alimento desaparecen de las orillas, y a su vez percasoles, alburnos, cangrejos y de mas animales que son alimento para el lucio. Finalmente, las especies predadoras toman posiciones más profundas a la espera de pasar el duro y largo invierno que se les avecina, quedando así a los ojos del pescador unas orillas inhóspitas y aparentemente sin vida.
El agua también sufre un cambio, atrás quedaron aquellas rocas sumergidas , rodeadas de algas verdes, que nos hacían traer nuestro artificial como una peluca cuando se golpeaba contra ellas, o esas aguas oscurecidas por ese verdín en suspensión (cianobacterias) que en algunos lugares es tal, que la capa superficial parece una mancha de pintura verde. Todo esto desaparece o prácticamente queda reducido al mínimo, transformando unas aguas verdosas en otras tan cristalinas como la ginebra.
El lucio con la bajada de las temperaturas aminora su metabolismo, quedando su actividad disminuida, se moverá lo justo, amortizando al máximo las calorías que ha obtenido durante el otoño, solamente saldrá de su escondrijo, cuando la inevitable llamada del hambre le obligue a moverse.
Siempre he leído en las revistas y libros que tengo, que el invierno es una buena época para poder pescar un lucio grande. Que al ser animales más voluminosos, necesitan más calorías que sus congeneres pequeños y esto les obliga a permanecer activos durante el invierno.
Personalmente no me gusta esta época, tras muchos años pateando orilla en los meses más fríos, ves como los resultados con respecto a otros meses mas calidos nada tienen que ver. Mucha orilla andada y pocas picadas, demasiados señuelos arriesgados para el resultado obtenido. Así como el equipo se ve aumentado en forma de forro, gorro, braga, guantes, vadeador y demás prendas que nos hacen la estancia mas confortable a orillas del embalse, pero que aumentan nuestro peso de forma considerable, obligándonos a esforzarnos más físicamente.
Supongo que es el precio que hay que pagar, para poder saciar ese mono que a muchos nos envuelve y no es otro que el poder tener prendido al otro extremos del sedal ese lucio de dos cifras que tanto nos rechaza.
Había quedado con mi amigo Carlos para ir a un embalse al que algunos le llamamos cariñosamente Der Fels, es una masa de agua donde todos hemos escuchado que aun quedan esos lucios de mas de un metro y dos cifras de peso, pero que pocos han visto. Mire las tablas solunares para ese día y no parecía que fuera especialmente buena, la temperatura baja (menos 2 grados a las nueve de la mañana) y lo que no me esperaba era que ese día nos iba a hacer bastante viento, que tras mirarlo por Internet marcaría los veinticinco kilómetros por hora. Vamos el típico día de Diciembre que uno decide mejor quedarse en casa, pero ya había quedado y no tenia vuelta atrás.
La mañana era mas fría de lo que esperaba, el viento soplaba con fuerza, y aun con el vadeador de cuatro milímetros puesto y embutido en capas el frío se hacia notar. Estábamos en una cara del embalse donde el Sol no daba y lo único positivo era que la zona escogida parecía ser de gran profundidad. El viento venia racheado y de lateral, conseguí no sin dificultad ponerme de espaldas a este para poder lazar algo a favor. Mi intención trataba de llegar lo mas lejos posible y que el señuelo se hundiera en lo mas profundo del embalse, haber si en uno de mis lances conseguía arrancar del fondo el ataque de algún lucio que se encontrara por la zona.
Lentamente fuimos barriendo el fondo, pero según pasaban las horas nos íbamos dando cuenta, que la mañana no diferenciaba mucho de los resultados que ya habíamos previsto.
Decidí subirme a una piedra y lanzar lo más fuerte que pude, lanzando mi artificial, recuerdo que alargué el brazo en dirección al señuelo para favorecer la salida del carrete y así ganar algún metro más. Una vez en el agua, deje que tocara fondo, lentamente comencé la recogida, parando de vez en cuando evitando que el artificial no se elevara mucho del fondo.
A mitad de camino sentí un paron seguido de una potente carrera. No le dije nada a Carlos, estaba muy distanciado de mi, entones me dispuse a pelearme con lo que allí abajo se debatía. Cuando iniciaba sus potentes carreras, lo aguantaba frenando la bobina de mi carrete con el dedo pulgar y al cesar, lentamente lo bombeaba hacia arriba, es como si uno tuviera un tronco enganchado que sube despacio y de repente se pone en movimiento, lanzándose nuevamente hacia las profundidades a toda velocidad. Salí de aquel trance y comencé a llamar a Carlos. Tengo uno, tengo uno!! Parece grande…..
Cuando estas en eso momentos, te tienes que preocupar de que tu hilo no roce con las piedras o en las embestidas frenarle demasiado, produciendo la ruptura de la caña. Puede que el anzuelo se haya clavado poco y en uno de sus cabezazos se desclave, pero eso no es nuestra culpa, es un destino que hay que asumir, pero si perdemos una gran pieza por un fallo nuestro, una gran decepción nos llenara, os lo aseguro ya me ha pasado.
De vuelta a la pelea, recuerdo que logre subirlo hasta la superficie, no parecía muy largo, con algo de chepa, pero su anchura presagiaba que iba a ser u gran ejemplar. Cuando estás a unos veinte metros todavía no te haces una idea clara de su tamaño. Pero cuando fuimos acercándolo a la orilla, aquel animal se hacía más y más grande. Era anchísima, repleta de huevas, una hembra descomunal. La medimos dando 109 cm y un peso de 14kilos, algo menos que el Leviatán de unos meses atrás que conseguimos en otro embalse de la zona, aun así, su envergadura era increíble. Saltamos de alegría, menudo tanque y en que día de perros.
Lo bueno del invierno es que el agua esta muy oxigenada y puedes mantener al lucio en el estringer para que se recupere, sin que sufra excesivamente antes de hacerte unas fotos y poder devolverlo al agua sin miedo a que se muera, como pasa en verano. Carlos se curro unas fotos increíbles y tras un corto video lo devolvimos, justa recompensa para tan noble combate. El resto de la mañana os lo podéis imaginar, nada de nada, pero allí quedo aquella enorme mamá, para que dentro de unos meses produzca unos lucios tan increíbles como ella, espero que os haya gustado y como siempre digo, CAPTURA Y SUELTA.
Articulo realizado por: Miguel García Báez
impresionante...mi sincero enhorabuena!!!!
ResponderEliminarUn relato de pesca de los que dan envidia sana! Supongo que picó al color blanco
ResponderEliminarUn relato de pesca de los que dan envidia sana! Supongo que picó al color blanco
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