OS DEJO EL RECUERDO DE UNA BONITA SESIÓN DE PESCA DEL 2007 FUE EXCEPCIONAL...
ARTÍCULO REALIZADO POR: EDUARDO ZANCADA
Había llegado el momento de tentar a los legendarios barbos gigantes de las Lagunas de Ruidera, ejemplares sobre los que descansan leyendas y anécdotas sobre su extrema dificultad de captura, casos concretos en los que después de muchos esfuerzos, algún pescador pudo tenerlos entre sus brazos, contemplando la majestuosidad de la que hacen gala. Era el día escogido y acudimos a la cita, indiferentes ante la dificultad de capturar uno de estos barbos record y sabiendo que era, casi imposible.
Eduardo con un barbo de 15kg.
El escenario de pesca
El vocablo Ruidera aparece en la Edad Media. La “Ruidera del Guadiana” podría expresar el ruido producido por la caída del agua de las cataratas del hundimiento. No obstante, en el Atlas del siglo XVI del Escorial, aparece como “Riadera”, debido a los frecuentes desbordamientos de las lagunas. La formación de las lagunas se debe a la impermeabilidad de los materiales sobre los que se asienta y a la formación de barreras tobáceas naturales.
La laguna escogida para tentar a uno de estos barbos de excepción, fue la laguna de la Colgada , que tiene una superficie de 103´93 hectáreas y una profundidad máxima de 18 metros , con un contorno muy irregular de una longitud aproximada de tres kilómetros.
En nuestra sesión de pesca había dos obstáculos presentes. Las lagunas poseen grandes praderas de algas sumergidas, unas algas muy peculiares en donde nuestros aparejos podían quedar enterrados en su totalidad, obstaculizándonos la pesca. Estas algas que hacen de este escenario de pesca, algo único y complicado que hay que afrontar con una buena estrategia, se denominan carófitos (algas macrofitas que viven sumergidas en aguas con características fisio-químicas muy diferentes). Es de interés, saber que los carófitos tienen efectos positivos sobre las comunidades de peces, aves y determinados invertebrados, manteniendo su presencia durante la mayor parte del año en los ecosistemas de aguas permanentes. El otro problema al que tendríamos que hacer frente, eran las aguas excesivamente cristalinas a las que nos enfrentábamos, utilizando en consecuencia aparejos camuflados con el medio.
La estrategia
El puesto de pesca presentaba un desnivel progresivo y pronunciado, bajando desde el metro y medio en la orilla, hasta los 14 metros en la zona del cebadero. Los boilies escogidos para tentar a estos grandes barbos fueron cebos de grandes dimensiones, las big balls de 30mm. El cebo estrella de la jornada de pesca que resultó ser demoledor, fueron los boilies de kiwi con crustáceo en 20mm para cebar y 24mm para anzuelar (un cebo al que no pudieron resistirse). Decidimos utilizar mallas de pva rellenas de los propios boilies troceados, el objetivo era mostrar una presentación natural sin mezclar sabores en el mismo montaje.
Debido a la claridad de las aguas, decidimos sustituir nuestros gruesos bajos de leadcore por los Poly Leader de prologic, éstos nos ofrecían resistencia e invisibilidad gracias a su transparencia. Los aparejos los decidimos montar con clip antienganches, el motivo es, que estos grandes ejemplares tienden a empozarse entre las densas algas una vez clavados, de esta forma facilitaríamos la liberación del plomo en caso de enganche para poder cobrar las capturas. Añadimos un puente de flurocarbono a los trenzados de algunas cañas para camuflar las líneas, pensando que bastaría dejando el resto de cañas con su monofilamento de camuflaje. Utilizamos plomos traseros de Rig Marole para pegar las líneas al fondo, plomos de 100gr y bajos de 25lb de color verde como el “Hidro Link Micro”, montados en anzuelos C3 del número 4 de prologic. Estos anzuelos presentan un acero muy difícil de doblar y una forma de garra muy sugerente para clavar los peces con efectividad. Finalmente pusimos a prueba los nuevos Braid/Leader Skin, se trata de unos tubos transparentes de 0,25milímetros que tienen la misión de recubrir nuestros bajos de línea, haciéndolos invisibles y algo rígidos, sin olvidar la protección que les aporta contra las rozaduras.
La llegada al puesto
El primer día de pesca me acompañaría Javier en la jornada, siendo relevado en el segundo día por César, dos amigos con los que disfruté de esta inolvidable sesión de carpfishing. Llegamos al puesto sobre las seis y media de la mañana, con la idea de comenzar a pescar poco tiempo después, con las primeras luces del amanecer.
Una vez montado el equipo y con las cañas en acción de pesca, nuestros grandes boilies comenzaron a tentar a los barbos y carpas en aquella emblemática laguna. Los vapores que emergían de las aguas y un cielo anaranjado típico del amanecer, anunciaban un día soleado de invierno, donde poder disfrutar del carpfishing. Comenzamos a charlar, comentando anécdotas de grandes barbos pescados por carpistas en aquellas lagunas. Estaba clara la dificultad a la que nos enfrentábamos, pues barbos superiores a los nueve kilos eran piezas casi excepcionales en la geografía española, peces record que no abundan en ningún sitio y que requieren muchas sesiones de pesca sin resultados. Sabíamos que capturar un barbo en los tres días de pesca, sería todo un éxito, sería el barbo de la jornada, pero no nos esperábamos lo que sucedió más tarde en el resto de la sesión.
Juan con un barbo de gran porte.
Ejemplares combativos
Estábamos dispuestos a pasar tres días, disfrutando del medio y dispuestos a soportar la situación de no pescar nada, simplemente la zona elegida era una maravilla y con eso nos bastaba.
Llevábamos dos horas de pesca cuando la alarma de Javier empezó a sonar, después de una firme clavada el carrete comenzó a cantar prolongándose una sola pero firme carrera. La pieza pronto se relajó tras la segunda huída, venía lentamente, sin cabeceos, podía ser un barbo (demasiado fácil y rápido pensamos). En mitad de la lucha, otra alarma sonó de forma alocada, era difícil de creer, pero allí estábamos lo dos, dispuestos a capturar con ilusión aquellos peces. La caña que yo portaba presentaba una lucha más alocada que la caña de Javier, cabezazos y carreras rápidas junto con una constante presión que se reflejaba en la flexión de la caña.
Resultó ser que mi pieza era una bonita carpa común de 10 kilos y el de Javier un precioso barbo comizo de 8 kilos de un marrón oscuro. No eran dos record ni mucho menos, pero teniendo en cuenta las dificultades del lugar, ese barbo tenía mucho mérito junto con la carpa. Estábamos convencidos de que ese sería el barbo de la jornada y después de celebrarlo decidimos fotografiarlos y soltarlos.
No había pasado una hora cuando otra alarma sonó, Javier aguantó dos largas e imparables carreras, era una buena pieza, eso estaba claro. Después de un combate digno de tal ejemplar, empezamos a saltar de alegría al ver aquel barbo comizo de 10 kg con una cabeza y una boca impactantes, una cosa estaba clara, estaban ahí.
El día pasaba mientras preparábamos nuevos montajes. Hasta el momento, los boilies de 30mm de Bio Red estaban funcionando ya que las tres capturas habían entrado a ese sabor. Le comentaba a Javier que de momento, no me merecía sacar un barbo como el suyo, después de los esfuerzos realizados por muchos pescadores en esa laguna sin ningún éxito, entre ellos él, que tenía unos cuantos barbos a sus espaldas capturados con esmero y dedicación.
Pasadas unas horas, algo se había tragado mi boilie de Monster Crab de 30mm. Después de clavar la pieza salieron tres fuertes carreras de mi carrete y no convenía pararlas, notaba un peso generoso al otro lado de la línea, un peso lento y profundo con algún cabeceo testarudo. Había llegado mi hora, algo que Javier me anunció al ver un largo lomo bajo las aguas que se negaba subir a la superficie. Minutos más tarde pesamos aquel barbo que dio en la báscula 10kg, era mi nuevo record de barbo, estaba más que feliz, me había tocado la lotería. Mi día se completó con otras dos carpas en dicha laguna, una royal de 12kg y una común de 8kg que mostraba una librea en perfecto estado y una reluciente cola.
Un gran suceso
Continuamos recebando la zona con boilies de Bio Red y Monster Crab, decidimos utilizarlos para el cebado en 15mm para intentar hacerles buscar el cebo y mantener los peces en el pesquil, algo importante a nuestro parecer. Decidimos no cebar con semillas o pellets por miedo a que se pudiesen marchar los peces, simplemente había que sostener la situación tal y como estaba, con unos cuantos boilies distribuidos.
Javier clavó otro pez, estábamos convencidos de que se trataba de otra carpa en aquel día de locura. De pronto la pieza se le trabó, empozándose entre las densas algas. Gracias al trenzado de Prologic que nos dio excelentes resultados, la pudo sacar de la maraña de algas allí presentes. Entre juncos pude ver, un lomo ancho y una barriga típica de una carpa común de unos diez kilos, le anuncié la noticia y continuamos con la operación de recuperar al pez. Segundos más tarde y ya con la pieza en la moqueta, me dispuse a abrir la malla de la sacadera, quedando los dos perplejos, contemplando aquel enorme barbo viejo, barrigudo y reluciente. Este ejemplar era algo para lo que no estábamos preparados, arrojando un peso en la báscula de 13´100kg, una pieza que llenó de pleno a Javier.
Relevos de batalla
El día terminaba y César llegó al puesto de pesca para relevar a Javier, que mostraba cansancio y alegría a su vez. Antes de partir, capturó otros dos barbos comizos de 10kg y 12,5kg. Era algo impresionante, en tan solo 24horas habíamos pescado seis barbos y tres carpas, nadie se creería esto. Era una situación única y atípica en la historia de esta laguna y seguíamos sin comprender lo que allí sucedía, no era normal aquella reunión de barbos gigantes, un solo barbo de 10kg habría hecho nuestras delicias debido a su mérito y dificultad, pero aquello no tenía sentido.
Intentamos buscar motivos: la zona, las fechas escogidas, la profundidad o la localización de los peces. Finalmente llegamos a la conclusión de que no merecía la pena seguir dándole vueltas, la cuestión era que estaban allí y nosotros también, dispuestos a recibirlos con nuestras baterías de cañas y sin rencores de cebado, vamos, lo que hiciese falta. También sabíamos de aquella situación maravillosa que desaparecería como por arte de magia, en el instante que decidiesen abandonar el lugar o sintiesen algo extraño en su territorio, algo que desde luego les estaba ocurriendo ya que los estábamos sacando uno detrás de otro.
Mi barbo record de 10kg había quedado empequeñecido por la racha de las cañas de Javier, pero nosotros no nos tomamos la pesca como una competición, si no como trabajo en equipo. Una ilusión compartida de la que todos disfrutamos alegrándonos los unos de los otros, eso es lo bonito de la pesca.
El poder del kiwi
Después de la marcha de Javier, César y yo continuamos la sesión recebando la zona. Decidí quitar una de mis dos cañas del trípode y situarla treinta metros a la derecha, en una zona que había sondeado horas antes, una zona más profunda y totalmente limpia de algas. Habíamos capturado demasiados barbos a mi parecer, como para que todo continuase de esa forma tan perfecta e idealizada. Por ese motivo, coloqué una de mis dos cañas en la zona apartada, una forma discreta y efectiva de poder seguir capturando barbos según mi opinión.
Surtí las aguas con 2,5kg de boilies de 20mm de kiwi, un sabor con el que sabíamos que los barbos podían seguir comiendo copiosamente. La intención era la de no tener que esperar excesivas horas para ver los resultados de pesca, siempre que continuasen comiendo a ese ritmo. Pasé la tarde con César, charlando y reflexionando sobre la jornada de pesca, los resultados, los aparejos empleados y el grado de lucha que los peces aportaban en el combate.
La verdad es, que estábamos muy intrigados, preguntándonos que sucedería en el resto de la jornada. Había sido hasta entonces, una situación atípica e irrazonable, parecía que se habían reunido todos los barbos para darnos una fiesta irrepetible. La cuestión era, que podrían haber desaparecido sin más, algo que temíamos y sabíamos que llegaría tarde o temprano, pero de momento, seguíamos pendientes de las cañas, soñando con que esa situación no terminase nunca.
Eduardo con un barbo de 13kg.
Salto de actividad
Supongo que estos peces tienen sus horas, al igual que el resto de ciprínidos, un factor que va unido a otras formas de actividad de la naturaleza. Simplemente no creo que se resuma a los peces, pudiendo ser: pájaros, insectos y animales en general, los que nos indiquen que un despertar está resurgiendo a nuestro alrededor.
Pasadas unas tres horas, la caña que situé a treinta metros estaba dando indicios de que una locomotora prendía al otro extremo. No hubo sonidos cortos y pausados por parte de la alarma, sencillamente un sonido fuerte y constante que indicaba que algo bajo las aguas nadaba a gran velocidad, hasta que lo detuve de una forma inevitablemente brusca ya que de no haberlo hecho, a esa velocidad, se habría empozado para siempre.
Después de la carrera que dicho pez se había pegado hasta mi llegada a la caña, los dos estábamos bastante suaves, exceptuando las tres carreras que acometió en su intento de rechazar la sacadera, cosa que le fue ineludible. No había luchado mucho, pero el peso al bombear la caña era bastante preocupante, algo que ratificamos al ver los 13,5kg que marcaba la báscula. Había conseguido una pieza de envergadura, un barbo de excepción que haría las delicias de cualquier carpista y todavía no me lo terminaba de creer. La alegría se palpaba en el ambiente y allí estábamos como dos tontos, observando aquel barbo comizo de enorme cabeza que hizo nuestras delicias.
Le comenté a César que situase una de sus dos cañas junto a la mía, debido a que los barbos se podrían haber desplazado por recelo a la nueva zona, aunque también podrían ser los boilies de kiwi los culpables, quedando el bio red en segundo plano. Pasado un rato, la misma caña sonó, ofreciéndome una batalla intensa y dándome otro barbo de 13kg. Esto era el colmo señores, algo que rompía con todos los esquemas, pero la pesca, es así.
Como estaba previsto, César acomodó inteligentemente una de sus dos cañas en el nuevo puesto, mientras las del día anterior, se habían sumergido en un profundo letargo.
Solo faltaba él para que los tres nos marchásemos felices.
Manteniendo el puesto
Era algo subconsciente y de obligado cumplimiento, recebar la zona cada dos o tres picadas. Decidimos que a ese ritmo de picadas, más las trompas que portaban tales ejemplares, debíamos lanzar con el cobra un kilo y medio de boilies. Seguimos pensando que no era conveniente incluir de forma brusca y antinatural, un cubo generoso de semillas, boilies y pellets. Optamos por distribuir más boilies entre las cañas, sin remojos ni partículas, las mallas de pva que llevaban nuestros montajes eran suficientes para una buena localización del cebo y eso bastaba.
César cumplió con su deuda, clavando una pieza que se caracterizaba por sus cabezazos y carreras rápidas. Pensábamos que se trataba con toda seguridad de una carpa típica del lugar, algo en lo que nos equivocamos al ver a otro más de la pandilla, un barbo comizo de 10kg, pero esta vez cabecicorto. Tal vez fue el lance, la estrategia o la suerte, el caso es que había recortado previamente su boilie de 24mm, dejándolo con forma imperfecta, algo que tal vez le resultó más natural a ese barbo.
Llegó la calma
Estuvimos un buen tiempo sin picadas, parecía que la actividad frenética que tenían se estaba desvaneciendo, algo que no nos sorprendió ya que la situación vivida había sido agitadísima.
De una forma perezosa, la caña de César le ofreció un barbo de 12kg, la talla que más predominó en la sesión. Habíamos cumplido los tres y con creces, para nosotros era algo histórico que recordaríamos siempre.
Corre el rumor, de que al final de las jornadas de pesca, son los grandes ejemplares los que merodean por la zona y es cuando suelen entrar. Era un tema delicado y comentado con voz queda entre los tres, el hecho de pescar un monstruo, un verdadero cañonazo de pez. Después del ritmo de picadas que habíamos tenido y la media de peso de aquellos barbos, soñábamos con que un barbo de excepción rondase por el cebadero.
Suele pasar que cuando consigues un record “se quiere más” y muchos pescadores no se sacian nunca, eso es un problema a mi parecer ya que se deberían apreciar todas las piezas de forma individual y concreta. Otra cosa muy distinta es ser un soñador, una virtud del pescador que le da afición y esperanzas, algo con lo que poder vivir en el mundo de la pesca, hasta que consigue ese sueño y se llena interiormente.
Un barbo de excepción
Eran las siete de la tarde y la noche se aproximaba, nos quedaba el día siguiente como última oportunidad para rematar la jugada, algo que humildemente pensamos que nos sobraba, debido a los resultados obtenidos hasta entonces.
Otra de mis cañas sonó bajo un cielo anaranjado, anunciándonos que debíamos recoger los equipos en poco tiempo. La clavada la realicé firmemente, pero debo decir que casi no podía ni mantener la caña. La línea salía a un ritmo vertiginoso como de costumbre en la primera carrera, pero aquello no era normal. Una, dos y tres carreras muy largas, seguidas de un peso anormal que sentí al bombear la caña. Estaba claro que se trataba de otro barbo, pero este era distinto, algo más testarudo que los demás y con cabezazos más discontinuos. Le comenté a César que se trataba de una buena pieza, pero no le creí cuando me dijo: “Eduardo, este es el barbo más grande que he visto en mi vida”.
Una vez en la moqueta, César abrió la malla de la sacadera y miramos con detenimiento aquel gigante de agua dulce.
Una bonita librea, preciosa cabeza y constitución perfecta, propia de un barbo comizo de 15kg. Estaba claro que se encontraba en plena forma, después de la lucha que ofreció. Allí estaba aquel barbo, viejo, receloso y derrotado, con un talante ante el que se arrodillaría cualquier carpista, cosa que hice para observarlo con detenimiento, disfrutando de su presencia, hasta su vuelta a las aguas.
La despedida
Era el tercer día de pesca y nos situamos en el puesto al amanecer, había sido una jornada corta pero intensa, teniendo que regresar esa misma tarde a casa. Seguíamos comentando lo vivido en aquellas aguas cristalinas y mirando las fotografías obtenidas con detalle. Lo que sucedió en aquel lugar, no se como calificarlo, resignándome a culpar a la suerte. Algo de lo que si nos percatamos al final del día, era que se habían marchado por completo, pues las capturas fueron nulas. Este hecho, lo ratificamos gracias a dos amigos que pescaron días después, con resultados nefastos.
Habíamos tenido una gran despedida, y sobre todo yo, que conseguí pisotear mi record de barbo hasta cinco veces en la misma jornada de pesca. Supongo que la próxima vez que consiga uno de estos barbos, tendré que soportar unos cuantos “bolos” ya que pienso, me los merezco.
Un amigo, me comentó que nunca dijese: “esto no se volverá a repetir”, tal vez si o puede que sea, una sola vez en la vida.
Impresionante, simplemente impresionante
ResponderEliminarUn saludo amigos
sin palabras esto es para la gente que
ResponderEliminarluego dice que no hay barbos tan grandes,
felicidades amigos.